Thursday, October 14, 2010

UN INTELECTUAL HONESTO 3


El último de mis días en la tierra imagino que será lento, apasionado por defecto y honesto, eso espero.

Estar tan solo será reconfortante en un día tan señalado, marcado por la corriente de los ríos, con una dirección definitiva al infierno: hacia el lugar donde todo permanece estable.

Mi infierno es no haber tenido la posibilidad de cambiar de vida. El paraíso se gana en la tierra pero contrariamente a la creencia guaraní, el Edén no está entre los puntos cardinales.

Un cirujano experto en unir gemelos y en repartir infecciones en igualdad de condiciones difícilmente será perdonado por sus alumnos de primaria ¿cómo podría exigir algo similar a Dios?.

Mi terapeuta repite sin cesar, imagine su último día en la tierra y yo siempre describo la misma escena:

Olor a tierra de color rojizo, mohosos jirones en los dobladillos de mis pantalones. Dos o tres indias susurrándose confidencias al oído. Música popular y pan recién hecho en las cabañas de una colonia menonita del interior de Paraguay. Un dolor en el estómago, tedio, angustia y poco más que añadir.

Creo que cerraré los ojos y aún dudaré si en el último momento tendré la metamorfosis. La esperanza es lo último que mantenemos los criminales.

Mi terapeuta me repite: la esperanza es el camino opuesto a la metamorfosis verdadera. Si confías en algo tan divino, si sigues pensando en la providencia no obtendrás jamás lo que buscas.

Yo le contesto: déjeme descansar por lo menos en el último de mis días en la tierra.

Y el me contesta: para los que no dais ese paso, para los que os aferráis a vuestra antigua vida, para los que vuestros crímenes os quitan el sueño, todos los días de vuestra vida son el último día en la tierra.

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