Tuesday, March 18, 2014

THOMAS COOK ES MI REGALO



¡Te necesito!
Un grito que apenas se distingue en la estación de Ljubljana. Una cosa es tener toda la vida por delante y otra no tener mucho que perder. Abro mi ejemplar de Thomas Cook donde tengo las conexiones de trenes y horarios, Salmos, Cartas a los Corintios o simplemente un poco de grasa en los bordes de sus páginas.

Iré a Belgrado, iré seguro pero en día par; la frontera debes cruzarla en día par. 

Han pasado doce años desde aquello. Ahora tengo una oficina que me envía un código, luego va a mi teléfono móvil y después una pistola extraña lee la cifra cabalística del billete y el destino. No sé, realmente no entiendo nada, pero viajo. Como siempre, viajo entre la idea de tener toda la vida por delante y no mucho que perder.

Digo todo esto no porque sea el típico ingenuo que cree que con los años estoy mejor; lo que digo es que es lo mismo porque siempre grito lo mismo: ¡Te necesito!

Todas las estaciones del mundo deberían ser una. En todos los países deberían ser Waterloo Station. En todas debería ocurrir lo mismo: que yo fuera Terry y tú Julie, que nos diéramos un beso y me preguntaras -¿Me necesitas?- y yo contestara -¿Cómo no querer otro futuro, cómo no querer tener algo que perder?

Waterloo en Tombuctú, Waterloo en la puerta de tu casa, Waterloo Sunset en los Juegos Olímpicos de Londres. De ser así, el mundo sería un paraíso. Yo tendría que disfrutar más de la vida y, alguna vez al año, mirar un atardecer.

Igual no es así porque no encuentro un Thomas Cook, no encuentro ni el mío. Si no tengo lo que necesito, soy de los que no necesitan otra cosa más; soy de los que pierden y se van, de los que solo tienen como mucho sopa en los bolsillos. Es más, si lo encontrara sería mi regalo de cumpleaños todos tus cumpleaños. 

WATERLOO EN TOMBUCTÚ

Salí a la civilización más primitiva en Mali. Busqué el mejor regalo para tu cumpleaños y todos los mercaderes ofrecían lo mismo. Algo que no me conviene. Es lo que ocurre cuando no sabes hacer regalos, cuando no conoces la paz.

El mejor regalo sería no confundir la vida con la idea de tener poco que perder. Mi mejor regalo sería un viaje juntos los dos, que durara toda la vida, y no por muchos lugares del mundo porque siempre llegaríamos a una estación fría cuando hiciera calor fuera y calurosa cuando el frío asustara de tan solo mirarlo. Una vez más, nieve en las cunetas y el sol dentro del coche.

Toda la vida por delante, sí, pero sin querer ser un perdedor educado en la perdición.

Thomas Cook (guionista desde 1992 hasta 2004)

Monday, March 03, 2014

SALINGER Y EL CRIMEN PERFECTO



La clave para cometer el crimen perfecto no está en la habilidad, la precisión, el método o la sangre fría; el momento esencial se encuentra alrededor de la idea del Amor.

Uno mantiene las manos aún temblorosas sobre el cuello de la víctima y rápidamente busca librarse de todo. Lo mismo con las canciones o la literatura. Observa sus manos y en ellas la obra recién terminada, ya muerta, y quiere libertad. Puede ser que algunos busquen publicar, otros actuar y algunos no volver a publicar o actuar, eso es una cuestión entre el ego y la frustración, pero todos queremos eliminar el rastro, todos queremos el crimen perfecto. Todos queremos ser una mezcla entre intelectuales y pistoleros.

De la misma forma que el asesinato, en la obra de arte, la jugada maestra consiste en que el muerto no tenga nadie quien le quiera o eche de menos o aspire a conseguir su cercanía. Pero esto es muy raro en la historia del crimen o la música popular. Casi todos asesinamos gente querida o escribimos sobre gente o cosas que aspiran o inspiran amabilidad u odio.

Con las manos temblorosas continúas, haces la gira, las presentaciones y todo lo que te ofrece tu entorno, porque no somos capaces del crimen perfecto. 

Salinger en su búnker publica un magnicidio (si es cierto que el hombre tiene categoría de rey) y entonces le acontece esta perversión: eres demasiado responsable de tus obras. Se recluye pero de nada le sirve. Otros matan en su nombre. Cae John Lennon y podrían haber sido muchos más. Borra el rastro hasta su refugio en Hampshire pero da igual, ha escrito sobre Holden, sobre el niño que fuma dentro de todos nosotros, ha tocado el amor y todos aman su víctima y su verdugo.

Hoy actúas en no sé dónde y hay algunos que siguen tu trabajo. Lo primero es la vanidad pero luego se desvanece porque no quieres ser responsable de tus canciones. Actúas y repites un momento que ya fue, ya editaste, ya asesinaste. Extrañas el búnker pero no eres tan maníaco y al final pasa el día y la mañana que viene tras todos los días de tu vida.

"El corazón al vuelo, tu sonrisa en la salida del pueblo.
Con tu mano alzada, como diciendo -sal de aquí, te quiero-
Los trozos de galletas y zumo de naranja en el suelo de la furgoneta. 
Dolor de cuello, dolor y células muertas, ninguna mano cerca.

El corazón al vuelo, el crimen perfecto, la campaña a mitad, la playa helada y nieve en las cunetas.
Calor dentro, sol en los asientos, nieve en las cunetas, poco que decir sobre los crímenes perfectos.
Banana Fish, pero tú eres el muerto, para todo el que se atreva a leerlo.
Igual a algún escritor le consuela la idea de ser un día más cobarde pero más bueno"