Tuesday, June 19, 2012

Antártida, las artes marciales y la lonja gráfica

Uno se levanta después de tocar en Madrid. Ramón se ha ido hace media hora y yo pido que me guarden el piano en el hotel, tengo mi tren a las 18:30 y voy a pasear. Antes de liberarme del peso aperece Jesús de Sidonie, el hotel Ateneo nos dio cobijo a los dos ayer... espera, espera que yo tengo peso también. Dejamos nuestros bultos y salimos juntos,  en la calle Montera, las putas nos miran con algo de desprecio. Un abrazo en medio de una conversación en torno a los road managers que ambos conocemos. Y tengo seis horas para abandonar el dolor caminando. 

En mi cartera tengo la tarjeta de los chicos de La lonja gráfica con los que pasamos gran parte de la noche de ayer, mientras me decían qué se me da bien y qué no. Al final tendré que pedirles ayuda.

Entro a comer en un lugar al azar y un grupo de profesores de artes marciales de unos 50 años me dejan paralizado. La conversación mas metafísica que yo escuchara desde mis días de universidad. Y es que aunque todo el tinglado escolástico fue barrido por la modernidad, la gente siempre necesita levantar los pies del suelo. 

Hacen posturas y se interrogan acerca de la técnica que usan. Indican trayectorias y creen que la energía fluye, de hecho a mí me parece ver partículas elementales caóticas saliendo de sus palmas de las manos. Después de casi una hora escuchándoles tengo dos certezas. 

Estamos fatal y yo podría pasarme horas en esa fatalidad. De hecho, esto ya lo he contado pero lo voy a repetir. La canción de "banderas rojas" está inspirada en una película llamada "Antartida", en la que dos adictos escapan de lo de siempre, de uno mismo y ella le pregunta: ¿si pudieras empezar de nuevo la vida qué cosa te gustaría cambiar? él contesta que nada pero un segundo después dice, bueno sí, me gustaría que mis padres me hubieran apuntado a Karate desde pequeño. 

A mí me apuntaron a Judo y me echaron porque no quería quitarme los calcetines y además se me olvidó decirle a mi madre que ya había pasado de cinturón, vamos que creo que estaba en verde y seguía llevando mi cinturón blanco amarillo. 

Con todo esto quiero  decir que es genial tener una banda, es genial escribir, es genial que la gente escuche tus historias pero cuando te duele la cabeza y caminas solo por una gran ciudad, a mí me gustaría ser un karateca y que nadie me pudiera hacer daño...